Reportaje

Christine Vachon, la productora rebelde 

Osada, de fino olfato, implacable, determinante, dispuesta a mutar con el tiempo. Una de las productoras indie más importantes en EEUU, impulsora de notables cineastas, desea que las mujeres sean más agresivas y osadas en la industria audiovisual.

Texto: Janina Pérez Arias  

Collage: María Pérez Martin

Después de más de 30 años de carrera, Christine Vachon (Nueva York, 1962) conserva el objetivo que desde entonces se había trazado: mantenerse en el negocio. Parece fácil pero no lo es y más tratándose del mundo del cine independiente, un ámbito cambiante que hasta parece carecer de una identidad convincente, donde cada dos por tres se reportan desapariciones de otrora entusiastas emprendedores, o en el mejor de los casos se anuncia el engullir de un estudio cinematográfico de postín.

Christine Vachon es productora indie. De las osadas, de las feroces, de las implacables, de las que se pone en pie de lucha ante (pocos) infortunios y muchos éxitos —porque de esto también hay que recuperarse—. Poseedora de una paciencia quizá asombrosa, a veces se entrega al transcurrir de los años esperando, bien sea el momento justo, el dinero o el elenco perfecto para echar a andar un proyecto. Pero mientras eso sucede, no descansa y empieza a mover otras fichas en su interminable juego.

Ha sido testigo y artífice de la evolución del cine independiente estadounidense, no en vano su compañía productora ostenta el muy significativo nombre de Killer Films (fundada en 1995 junto a Pamela Koffler), la cual admite haber creado basándose en “una rebelión hacia el gusto convencional, hacia el estilo por consenso”.

La insurrección de esta hija de fotógrafo de la revista New Yorker y de doctora en Literatura Francesa, criada en el Upper West Side de Nueva York, estimuló a significativos cineastas en los años 90, quienes se convertirían en una verdadera fuente de inspiración para los cinéfilos y las nuevas generaciones de cineastas.

Todd Solondz (Happiness, 1998), Mary Harron (I Shot Andy Warhol, 1996), Kimberly Peirce (Boys Don’t Cry, 1999) y Todd Haynes (con quién mantiene una relación profesional simbiótica) son algunos realizadores que en aquella década del siglo pasado se atrevieron —alentados y 100% respaldados por Vachon— a contar historias incómodas, provocativas, polémicas y reales, muchas de ellas significativas para la comunidad gay, impulsando así el New Queer Cinema.

“No me gustaría trabajar con un director hacia el que sienta desconfianza”, es categórica, “a veces he dicho que no". 

Eran películas “para el cine”, afirmaba con una copa de vino blanco y una botella grande de agua al alcance de la mano mientras transcurría la edición del Festival de Cine de Berlín de 2016, “porque no existían todas las posibilidades de comercialización de ahora y a la televisión de entonces no le interesaban esos temas”. Para su regocijo eso ha cambiado, y muchas de sus producciones han conquistado reconocimientos a diestra y siniestra.

Con Poison (1991) de Todd Haynes, Christine Vachon se estrenó oficialmente en su labor de productora. “La llevamos a Sundance y allí ganó el Gran Premio del Jurado”, rememora para dejar escapar una de sus socarronas insolencias, “no he vuelto a ganar esa 'maldita cosa' a pesar de que he llevado muchas más películas a lo largo de todos estos años”, concluye entre risas.

A Haynes, su antiguo compañero en la Brown University —donde estudió Semiótica y Filosofía—, le reencontraría en Nueva York y tras “echarle una mano” en un cortometraje, Christine decidió abandonar un sueldo seguro y un empleo aburridísimo en una revista para lanzarse a la aventura de productora.

“Todd y yo tenemos una larga y maravillosa colaboración basada en un muy sólido fundamento de respeto mutuo, confianza, amor y amistad”, así describe la autora una de las alianzas más fuertes y productivas del cine indieestadounidense, la cual aún persiste. A Haynes le ha producido cortos, series y largometrajes entre los que se encuentran Far from Heaven (2002), Carol (2015), Wonderstruck (2017), Dark Waters (2019) o el documental The Velvet Underground (2021).

La experiencia que Christine Vachon ha acumulado durante su carrera le ha afinado el olfato y templado el pulso. “No me gustaría trabajar con un director hacia el que sienta desconfianza”, es categórica, “a veces he dicho que no, porque pensé que no podríamos congeniar o porque el material no me convencía, o las dos cosas. Y aunque ese filme haya salido y funcionado bien, mi primera impresión se mantiene”.

El cine independiente ha sufrido innumerables transformaciones, impulsadas sobre todo por las nuevas tecnologías y por los hábitos de consumo. Ante este hecho el pragmatismo de Vachon se hace sentir, “no es vergonzoso si una película no es apta para ser estrenada en el cine, lo más importante es que cada filme encuentre su camino hacia la audiencia y para ello existen muchas vías diferentes”.

La intrépida productora, también autora de los libros Shooting to Kill (2002) y A Killer Life (2007), donde deshuesa la esencia de su trabajo, con importantes incursiones en la televisión (como la miniserie Mildred Pierce, dirigida por Todd Haynes en 2011), no pierde la oportunidad para advertir que “tenemos que dejar de llamarnos realizadores de cine para denominarnos storytellers y hasta mejor content makers”. Sus reflexiones las ha puesto en práctica, y en varias oportunidades ha dicho que una clave para sobrevivir en la industria ha sido precisamente convertirse en “un blanco móvil”.

“Los hombres demuestran que creen en sus habilidades, en cambio las mujeres piensan que si actúan tan agresivamente como ellos, se les pueden cerrar más puertas porque ese comportamiento no se espera de ellas”. 

En el mundillo del cine, el cual no es de negar que aún está dominado por un “club de chicos”, la productora de unas 60 películas le reprocha a las mujeres que no sean tan determinantes como los hombres. “Es una cuestión de actitud”, afirma de acuerdo a lo que ha podido observar en su rol de docente en la Stony Brook University de Nueva York. 

“Los hombres demuestran que creen en sus habilidades, en cambio las mujeres piensan que si actúan tan agresivamente como ellos, se les pueden cerrar más puertas porque ese comportamiento no se espera de ellas”, acota.

Aunque aún existen desigualdades y carencias en relación a la posición de las mujeres en la industria audiovisual, y no sólo como directoras o productoras, sino también en diferentes roles, Vachon reconoce los logros. Alberga muchísimas esperanzas en más cambios y se propone a impulsarlos desde su posición. “Quiero que mi empresa (Killer Films) lo haga mejor”, apunta.

Siempre inquieta y en búsqueda de nuevo material, Christine Vachon pareciera que nunca le da un día libre a su función de productora. “Es que eso es lo que soy”, se le sale la picardía, “tengo una carrera extraordinaria por la que estoy muy agradecida, y pienso en ello todo el tiempo”.

“También tengo una familia, una pareja estable desde hace años (Marlene McCarty) y una hija. Soy capaz de ocuparme de todo eso”, admite, “pero cuando leo o veo algo que me llama la atención, empiezo a pensar cómo lo haría, cómo podría contar esa historia”.
 

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